Volví a Venezuela a visitar a mi familia de ¡SORPRESA!


Siempre que pregunté, me dijeron que la segunda vez que te despides de tu familia es la más difícil y cuando lo comprobé, también supe por qué era.

La primera vez que me fui de Venezuela tenía una mezcla entre tristeza, emoción, felicidad e incertidumbre. No podía esperar a vivir todo lo que me deparaba la vida y fuese lo que fuese, sabía que era distinto a lo que estaba acostumbrada. Mientras despedía a mi familia, quienes no dejaban de llorar, yo tenía la cabeza en el taxi que me llevaría a la que sería mi casa por quién sabe cuánto tiempo. Me despedí casi huyendo.

Pasados dos años de mi mudanza a Buenos Aires, decidí comprar un boleto a Venezuela y llegar de sorpresa a casa, o a la que solía serla. Solo le avisé a mi hermana mayor por Skype y le pedí que junto a mi cuñado fueran mis aliados en esta misión. La idea era que me ayudaran a programar todo sin que mis padres sospecharan.

Pasaron 2 meses entre mentiras y planes hasta que finalmente llegó el día en el que iniciaría mi recorrido a Venezuela, tenía que hacer escala en Lima, Perú, luego llegar a la capital y de ahí tomar otro avión con mi hermana a Maracaibo, la ciudad donde viven mis padres. Para confesar, tenía mucho miedo de que alguno tuviese un infarto al verme y dudé varias veces en hacer la sorpresa.

Llegué y me encontré con un país diferente, el ánimo de las personas, sus temas de conversación y su poca paciencia me daban la bienvenida a un lugar que cambió mucho en 2 años, o tal vez era yo la que había cambiado. A pesar de esto, intenté concentrarme en sorprender a mi papá y a mi mamá e intentar hacerlos olvidar la realidad por los próximos 10 días en los que intentaría acompañándolos.

Obviamente no todo sale como lo esperas pues sacarlos de la realidad fue una tarea difícil que no pude lograr todas las veces, en muchos momentos me sentí totalmente superada y frustrada pues quería disfrutar de mi familia y de la playa que tanto había extrañado. Claro que hubo hermosos momentos, pero no tantos como había idealizado.

Llegó el día de volver a Buenos Aires, logré ver a mi familia y abrazarlos, eso me había recargado las baterías al 100% pero no me sentía igual que la primera vez que me despedí. Esta vez no había incertidumbre por lo que me esperaba, la emoción de la aventura se había esfumado pues sabía exactamente a dónde llegaba, a quienes conocía y dónde trabajaba. Solo quedaba espacio para la tristeza de tener que despedirme nuevamente y poner en pausa una vida junto a mi familia para ponerle nuevamente play a mi vida en otro país.

Hago mención de play y pausa, pues fue la primera impresión que me dio cuando estuve en el que solía ser mi cuarto en Maracaibo. Luego de 2 años, sentía que el tiempo en ese lugar no había pasado pero que yo no era la misma, no sentía mía la cama ni las pocas cosas que quedaban, ya no era mi hogar y era extraño verme ahí, pero al mismo tiempo me gustaba recordar la persona que era en el momento que ese era mi hogar y lo sentía mío, como ahora siento mi casa en Argentina.

Ya pasaron dos años más desde que fui a Venezuela, 4 desde que me mudé y aunque no sé cuándo podré volver o si podré hacerlo, veo ese video de arriba y puedo sentir el abrazo de mi padre y mi madre, puedo sentir la felicidad que sentí cuando efectivamente a ninguno le dio un infarto y pude besarlos y contarles cómo se me había ocurrido semejante locura. De ese viaje lo que me quedó fue ese video que cada tanto desempolvo para sentirme cerca y hoy recién quise compartirlo con ustedes. 

Espero que todos puedan abrazar pronto a quien o quienes consideren familia, porque si algo aprendí en lo que llevo de vida es que uno además de tener su familia de sangre, tiene muchas otras que uno elige y eso también te hace sentir en casa.

Besos!

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